Contaminación ambiental: LAVANDERÍAS DE JEANS

Estas invasiones contaminantes son el dolor de cabeza de los vecinos de Huachipa. Ellos no entienden porqué no los desalojan.


La acequia contaminada

El agua transcurre lento por la acequia, alterado por algunos desechos de bolsas, botellas, y otros desperdicios mientras una rata se zambulle, como quien se asea y sale hacia su escondrijo. Es la primera cuadra de la avenida los cisnes y el agua de la acequia se va tornando azul, morado, a veces negro, las primeras lavanderías arrojan los restos de lavado de Jeans con químicos a sus aguas.

Se inicia la labor

“Fácil es morir, difícil es vivir”, “No a las fábricas contaminantes”, “No a la contaminación de nuestro aire y nuestras aguas”, indican los letreros en las puertas de las casas, mientras en el lote cuatro, el lote cinco, etc., de la avenida Los Cisnes continúan los trabajos diarios de las lavanderías, son las nueve, hace una hora comenzaron. Un sonido sordo se emite de sus maquinarias mientras secan los jeans ya desteñidos al modelo europeo o gringo, que luego venderán en Gamarra y usará, talvez, algún estudiante san marquino.

Por un pan para la mesa

Busco trabajo” le dice una joven a quien le abre la puerta, donde se lee: “Se necesitan vendedoras para Gamarra”, “aquí te apuntan y luego te vas a Gamarra a vender”, ¿y, para trabajar aquí?, “pagan 120 soles la semana, por 12 horas diarias, de ocho a ocho”. La joven es conducida a un submundo donde lo clandestino es ley, donde la tierra negra por el petróleo sirve de piso a los lavanderos, donde el frío cala en los enjutos cuerpos.

La invasión bíblica

Es denso, se enarbola hacia el cielo asemejando una nueva invasión de los insectos bíblicos, es el humo que casi sincronizado en una y otra fábrica comienza a invadir los cielos de Huachipa. Su sopor afecta a más de uno, su negrura lleva un polvillo que ahoga e impide respirar, este corpus no conoce fronteras, ni razas, ni edades, ni es cociente de enfermedades, es parte de una ola de contaminación que cubre de color cobre las verdes hojas en la avenida.

Justa causa

Sus pupilas dilatadas parecen reflejar una ira provocada, pareciera gritar en cada frase mientras se queja a la periodista, que esta era una zona residencial-ecológica hasta que llegaron los invasores, que le han metido un juicio por intentar desalojarlos juicio que él les ganó con justa causa, y continúan abriéndose más las pupilas mientras descarga sus recuerdos sobre la Huachipa limpia y verde, ahora contaminada por las fábricas.

Un viajero agobiado

Serán las cinco de la tarde y el agua incansable de la acequia transcurre por su cauce hacia el río Huaicoloro. Uno dos, tres, cuatro (…), dieciocho, diecinueve, veinte lavanderías y más hacia el final de la avenida. El agua es ya un viajero agobiado por el peso de cierta negrura en su corpus que lo convierte en putrefacto y fétido. Al fin este indolente mártir de la civilización cumple su cometido, desagua en el río Huaicoloro que a unos metros se une a otra eminencia, el Rímac.

Inconciencia

El final del día huachipano acaece, mientras los vecinos retornan de sus trabajos, y los trabajadores de las lavanderías se alistan a terminar sus labores. Se va guardando los jeans que no se destiñeron y lavaron, separándolos de los acabados que serán lucro para los Gamarristas. Se despiden, inconcientes de lo clandestino, de la contaminación soporífera, de los juicios y acuerdos entre alcaldes e invasores que un vecino incriminó. Espera otro día donde unos lavados de Jeans permitirán llenar sus cortos bolsillos al final del mes.

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