La crisis no moderna de la universidad moderna

La universidad como centro y eje de producción del saber ha llegado a un punto en el devenir histórico, en el que ha trasladado esa labor al mercado. A este fenómeno, en el que la práctica con fines económicos de la labor universitaria, donde la función de guía espiritual reflexiva estatal ha muerto, y es la inversión privada, transnacional, globalizada, que ejerce la iniciativa con fines rentables, se le denomina modernización o etapa post-moderna de la universidad.
No obstante ha caído en crisis. Y esta crisis de lo categorial, a decir de Kant, y crisis teleológica, al decir de los postulados cartesianos o de la ilustración. Lo que ha afectado el concepto que tradicional o modernamente tenemos de universidad.
Ya no aplica el postulado kantiano del conflicto de facultades, donde la balanza, entre derecha e izquierda, entre facultades superiores (Derecho, Teología y Medicina), se subyugan a la facultad inferior (Filosofía). A su labor crítica reflexiva que busca interrogar el saber impuesto, instituido por el Estado, que investiga por el saber mismo, y le da al profesional la capacidad de transgredir la práctica para llevarlo a la reflexión y convertirlo en un agente de cambio histórico. Es en la tabla categorial kantiana donde la Facultad de Filosofía tiene el poder de transgredir la heteronomía medieval para alcanzar la autonomía universitaria moderna.

Y también es una crisis teleológica, porque los fines de la ilustración basadas en la razón cartesiana de contradecir, el imperio eclesiástico, para servir a los fines del Estado donde la Universidad se convierte en el agente intermediario entre Estado y Mercado, guía tecno-profesional, ha expirado. Una universidad que expedía profesionales aptos para el ejercicio profesional, que a partir de su formación alcanzaban mayores estamentos sociales. Una Universidad donde la investigación se da pero en forma aplicada deviniendo en tecnología útil para el estado y la empresa. Donde el docente universitario es un agente de formación, cuya labor no es la de criticar o reflexionar (eso es para el filósofo), sino el de implantar conocimientos en el profesional. Y es en este tipo de universidad ilustrada, donde el Estado delimita la currícula, acorde a las exigencias de la realidad económica o productiva, eso se explica por el control que tiene el aparato estatal del poder económico, cuando puede regularlo y someterlo.
Nosotros en la actualidad, ya no estudiamos en estas condiciones, la coyuntura es otra. La globalización ha dado a luz a nuevos agentes de poder: las empresas. Y en un libre mercado, donde el Estado, ya no tiene mayor poder,  es la empresa la que determinara la currícula universitaria.
La crisis recae entonces en el papel actual de la universidad, y más que las actuales universidades, la crisis la sufren las antiguas, las nacionales, las que no han sido engendradas por las exigencias del mercado globalizado. Ya no puede ser ilustrada, ni asumir la estructura categorial kantiana.  ¿Qué estructura debe tener la universidad actual? ¿Cuáles serán sus lineamientos teleológicos?. Deberá dejar de lado irremediablemente el aspecto intelectual, crítico y reflexivo que le dan las facultades de Filosofía kantianas, que dicho sea de paso son la esencia y progenitoras de su autonomía. Y también dejará de ser la intermediaria entre Estado y Empresa. Acaso solo le queda la función de prestadora de servicios de formación al mercado, para nutrirlo de personal capacitado, y suplantara la ideología por el marketing y lo publico por publicidad.
La filosofía es la columna que puede poner en marcha la dialéctica para generar un cambio, donde la universidad no sea simplificada a convertirse en un simple agente del mercado, y no olvide el microcosmos que representa la comunidad universitaria, fiel reflejo de la sociedad, de la realidad y su problemática, un bastión fundamental que funge de reserva de la identidad nacional, no sofocada aún por la liberación de las fronteras,  ocasionada por la globalización.

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